No hay que tener una edad avanzada para sentir que a veces la falta de motivación desaparece y se instaura la frustración. Todo el mundo, independientemente de la edad, ha podido sentir esto en algún momento de su vida. Pero la vejez es especialmente sensible a la desidia y a la apatía y es frecuente que se den estos tipos de sentimientos.
La señora X no solo asistía a la actividad de baile cada semana, sino que también se apuntaba a hacer cualquier tarea que implicara dinamismo y relación social. Hace aproximadamente un mes que ha perdido el deseo de hacer cosas que antes le gustaban y refiere una sensación de desgana hacia todo aquello que la rodea. ¿Tristeza? No, hablamos de allanamiento emocional; una sensación de indiferencia afectiva. Desde Atlàntida Residencias queremos abordar esta temática y dar algunas pautas para actuar cuando se presenta este estado anímico en la vida de las personas mayores.
La desidia se define como la pérdida de deseo al hacer las cosas. No hay ganas, ni interés ni predisposición ante aquellas cosas en las cuales la persona antes disfrutaba. En otras palabras podríamos decir que se da un déficit de motivación y un allanamiento emocional. La desidia es un síntoma frecuente en las demencias, sobre todo en la enfermedad de Alzheimer y las demencias frontotemporales pero también puede darse por alteraciones neuroquímicas o dentro de otros síndromes, así como de manera aislada.
Es importante diferenciar entre desidia y depresión. En la desidia hay dificultad para iniciar tareas y disfrutar de las mismas a causa de una pérdida de respuesta emocional. Se instaura la indiferencia y la persona se muestra pasiva. En la depresión hay tristeza, llanto, sentimientos de culpa y angustia, las cuales no aparecen en el primer caso.
¿Qué pautas hay que seguir para prevenir esta apatía?
No criticar nunca su estado anímico ni utilizar palabras como “anímate” o “esto que te pasa no es nada”.
Propiciar un entorno para la conversación para fomentar el diálogo y que la persona pueda expresar lo que siente. Es importante que la persona se sienta escuchada y no juzgada. Si recibimos una negativa, no insistir ni dar “sermones” teóricos. Se debe ir despacio e intervenir con cuidado.
Evitar los comentarios comparativos del tipo; “no entiendo qué te pasa, antes hacías esto y aquello…”
No hacer referencia a otras personas. Por ejemplo “aquella señora es más mayor que tú y mira cuántas cosas hace…” o “no tienes motivos para estar así, hay otros que están peor y se esfuerzan”.
Sin forzar y siempre desde la empatía tenemos que motivar al sujeto a que realice aquellas actividades con las cuales antes se divertía.
Pedirle a la persona ayuda en pequeñas tareas, manifestando la importancia que tiene su colaboración.
Facilitar la relación social. Estar solo en estos momentos puede aumentar el sentimiento de apatía. Encontrar conexiones sociales con el entorno, será positivo para el sujeto.
Si empieza una tarea y no la acaba, no hacer críticas, sino utilizar refuerzos positivos, felicitando a la persona por lo que ha realizado.
Si vemos que la persona se niega o no se sabe cómo proceder ante este tipo de sentimiento, se puede solicitar ayuda a la psicóloga del centro. En las residencias Atlàntida disponemos de los profesionales adecuados para tratar cualquier problemática que puedan sufrir los residentes, tanto en el ámbito físico como en el ámbito psicológico.
Nuria Costa
Psicòloga Mas Piteu