«En cuanto oímos una canción que llevamos mucho tiempo sin oír, desde algún momento concreto de nuestras vidas, se abren las puertas de la memoria y nos vemos inmersos en los recuerdos […]. Es como una llave que abre todas las experiencias asociadas con el recuerdo de la canción, su momento y su lugar…»
Daniel J. Levitin.
La música contribuye a aumentar los niveles de serotonina, el neurotransmisor encargado de regular el estado de ánimo y el sueño y que inhibe emociones negativas. A través de ella facilitamos la comunicación con el entorno y la socialización.
Musicoterapia, intervención con música, reminiscencia musical… podemos llamarlo de multitud de formas. No deja de ser un mundo lleno de posibilidades a la hora de abordar el proceso del envejecimiento y sus posibles consecuencias a nivel físico, mental y social.
Llevarla a cabo no requiere una amplia organización ni recursos, se adapta a nuestras necesidades y circunstancias, haciéndonos fácil el recurrir a ella como terapia alternativa no farmacológica. Tampoco sabe de edades ni gustos, y puede realizarse casi en cualquier lugar.
La demencia merma las capacidades cognitivas, físicas y emocionales de la persona, y por ello, en ocasiones, su identidad e historia personal. Envejecer no lleva implícita una patología, pero si existe una que domina sobre las demás en este grupo de edad, es ésta.
Explorar la historia de vida de una persona con el fin de ofrecerle una atención centrada en la persona es indagar también en sus gustos y aficiones, entre ellos los musicales.
En mayor o menor medida todos hemos bailado, cantado, o utilizado la música para curar emociones o relajarnos a lo largo de nuestra vida. O, por qué no, en un momento clave, casi sin percatarnos, sonaba una canción. Hoy aquella melodía nos devuelve automáticamente a ese momento, provocando toda clase de emociones y recuerdos guardados en un cajón profundo de nuestro cerebro.
Una sesión de musicoterapia puede realizarse de forma individualizada o en grupo, así como por medio de diversos materiales: instrumentos musicales u objetos capaces de producir ritmos hechos por nosotros mismos, auriculares para aislar el resto de estímulos y distracciones del entorno, equipos de música antiguos y modernos…etc.
¿Y qué oiremos? ritmos, canciones, sonidos cotidianos (el borboteo de un guiso, un niño que rie, el sonido de la calle o de un parque…etc) según el objetivo o beneficios a lograr, el perfil de la persona/grupo y los medios disponibles. Estas variables han de ser estudiadas para ofrecer la mejor experiencia posible.
La musicoterapia nos ofrece una gran cantidad de beneficios:
Cognitivos:
- Ayuda a mantener o mejorar las habilidades verbales. A través de actividades rítmicas, por ejemplo, contribuye a la inteligibilidad del lenguaje.
- Estimula la memoria a diversos niveles, tanto a corto como a largo plazo, ayudando a la reminiscencia (evocación de recuerdos casi olvidados) y al aprendizaje.
- Ayuda a mantener la atención y a conectar la persona con la realidad.
- Incentiva la creatividad.
Físicos:
- Actúa como estímulo sensorial.
- Es relajante y disminuye la ansiedad y la angustia.
- Activa el sistema motor y favorece el equilibrio.
- A través del ritmo mejora la coordinación de los movimientos, asi como la movilidad de las articulaciones y la fuerza muscular.
Sociales, emocionales y espirituales:
- Fomenta la participación, la interacción y la comunicación social en el grupo.
- Mejora el estado de ánimo y la autoestima.
- Permite hacer aflorar las emociones.
- Mejora la expresión verbal y no verbal.
Por tanto, no existen impedimentos para utilizar tan valiosa herramienta de la forma que se estudie mas oportuna en cada caso, teniendo en cuenta siempre que buscamos un bienestar en la persona usuaria.
Alba Sánchez-Rey Osorio
Terapeuta Ocupacional de Mas d’Anglí y Mas Piteu