
¿Cuál es el momento adecuado para dejar el domicilio propio e ir a vivir a una residencia para personas mayores? ¿Quién debe tomar esta decisión y en base a qué criterios? ¿Cómo conseguir que el cambio no sea abrupto y que la transición sea cómoda para todos?
La respuesta a estas preguntas no es fácil. Entre otras cosas, porque no hay una sola respuesta, sino seguramente tantas como personas existen en el planeta. La cuestión es que son preguntas que tarde o temprano deben contestarse. Por mucho que la preferencia inmensamente mayoritaria sea envejecer en casa, llega un momento en que esto es muy complicado o, incluso, imposible y es necesario tomar decisiones.
Algunos posibles motivos para considerar el ingreso en una residencia de una persona mayor son:
A la hora de tomar la decisión, la voluntad de las personas mayores debe ser, siempre que sea posible, la que marque la pauta, pero también es cierto que, a veces, esto no es posible y son sus cuidadores habituales los que deben decidir en función del estado de salud de la persona, su grado de dependencia y su evolución, las posibles complicaciones logísticas y vitales…
En cualquier caso, es muy recomendable contar con la opinión de un profesional de servicios sociales, médico o psicólogo para recibir asesoramiento y orientación sobre la mejor opción para cada persona y su familia.
Una vez tomada la decisión, es necesario decidir cómo se lleva a cabo la transición. ¿Y esto cómo se hace para que sea suave y relajada?
Si queremos hacer una transición más lenta, en las residencias de Grup Atlàntida disponemos de fórmulas como las estancias temporales o los centros de día, para hacer que la aclimatación al nuevo espacio y a las nuevas compañías sea de forma progresiva. En este otro artículo, os damos detalles. Son soluciones que permiten disfrutar de los servicios y de la asistencia sanitaria de la residencia, sin tener que vivir permanentemente en ella, hasta que, de forma gradual, la persona mayor se vea con fuerzas de dar el paso.