
Viajar es sinónimo de enriquecimiento. Conocer otros lugares, culturas y lenguas nos aporta conocimiento y nos hace más ricos en experiencias. Nos ayuda a mantener la mente despierta y el cuerpo activo, dos de las cualidades que son deseables a cualquier edad, pero más aún cuando nos hacemos mayores. Porque significan que disfrutamos de un envejecimiento activo que nos puede ayudar a poner vida a los años.
Por tanto, viajar es una actividad muy recomendable durante la tercera edad. Con las precauciones necesarias, en función de las capacidades físicas y psíquicas de cada uno, pero sin renunciar a nada. Además, hay otro factor que puede facilitar un poco más las cosas durante la tercera edad: la desestacionalización. Poder viajar en cualquier momento del año -no sólo durante el verano- suele tener repercusiones en el precio -es más barato-, en los destinos -no está todo lleno y se puede elegir más- y en las aglomeraciones de gente.
Las opciones para viajar son prácticamente infinitas y los únicos límites -aparte del dinero, por supuesto- serán las condiciones de cada persona:
Dentro de cada opción, las posibilidades son también múltiples. Podemos optar por cruceros fluviales en vez de marítimos; o seleccionar una ruta por centros balnearios; o buscar relajarnos en zonas rurales de España sin aglomeraciones; o disfrutar de las capitales centroeuropeas más espectaculares y dinámicas…
Un punto importante que sí es necesario tener en cuenta es del alojamiento. Hay que fijarse bien en que sea el adecuado a nuestras capacidades físicas y que cuente con los servicios que podamos necesitar. Por ejemplo, existen hoteles que disponen de servicio médico las 24 horas para poder intervenir ante cualquier indisposición. Asimismo, los seguros de viaje con coberturas sanitarias son muy recomendables, porque son la garantía de que cualquier imprevisto no se convertirá en una pesadilla. Todos los asegurados de Atlántida tienen incluido en su póliza un seguro de viaje con todas las coberturas que puedan necesitar.