“Recordar”o “narrar historias del pasado” son dos hechos del ciclo vital que se encuentran dentro del envejecimiento saludable y que, además, son comunes entre la población a medida que va envejeciendo. Pero, ¿cómo no tendríamos que explicar y compartir todas las experiencias vividas si forma parte de nuestra trayectoria y constituye nuestro “yo” del presente? Este simple hecho de hablar sobre la vida de uno mismo puede tener muchos efectos beneficiosos en las personas. En el ámbito clínico, a través de la terapia de reminiscencia, se ha visto que el acto de rememorar vivencias puede mejorar la comunicación, potenciar la autoestima de los pacientes, aumentar su capacidad de autorreconocimiento e, incluso, mejorar la relación entre profesionales y pacientes por el hecho de entender mejor su historia de vida.
La terapia de reminiscencia o las dinámicas que permiten recordar ciertos aspectos del pasado se pueden realizar tanto de forma individual como grupal. Los medios por los cuales podemos estimular la memoria son diversos: con la ayuda de fotografías (tanto personales como de objetos o situaciones de antes), con música o sonidos familiares, objetos de su profesión o significativos de su vida personal o simplemente a través de preguntas que hagan recordar una festividad importante (casamiento, nacimiento de los hijos, vacaciones, etc.) la persona puede relatar acontecimientos vividos. Todo ello, nos permite crear un gran abanico de posibilidades para trabajar este aspecto.
Cómo ya se ha expresado, este comportamiento de explicar historias del pasado lo encontramos en la población mayor de forma general, pero, vamos a hablar ahora, por ejemplo, de la enfermedad de Alzheimer, la forma más común de demencia. En las etapas iniciales, los déficits cognitivos no aparecen de forma homogénea, quedando afectadas unas funciones y manteniendo un funcionamiento óptimo en otras. Específicamente, en cuanto a la memoria, se apreciarían claras dificultades para recordar hechos recientes y para aprender nueva información. En cambio, la memoria remota (aquella que nos permite rememorar acontecimientos de hace muchos años) acostumbra a estar intacto. Esta información nos es útil a los profesionales para poder llevar a cabo una intervención adecuada y el más provechosa posible para el paciente/residente.
Utilizar los ratos de ocio y socialización con el objetivo de reactivar estas actividades o acontecimientos pasados ayuda a que se mantenga la propia identidad y se modifique la evaluación negativa que se tiene sobre el propio funcionamiento de la memoria, mejorando así la autoestima del anciano. Así mismo, es un acto que da sentido a nuestra vida y nos ayuda a mantener una buena salud emocional, aspecto crucial en esta etapa dónde, mirando en retrospectiva, tenemos que sentirnos cómodas y a gusto con la vida que hemos tenido.
Por último, es importante no olvidar y tener en cuenta que los talleres de reminiscencia se llevan a cabo en ratos de ocio social y cultural, así pues, las experiencias que se pretenden recordar tienen que tener un cariz positivo para crear un espacio relajado y agradable para la persona y que disfrute de este momento.
Mireia Abad
Educadora social