El momento del ingreso en una residencia es un acontecimiento muy importante para las personas mayores, puesto que el ingreso definitivo puede ir acompañado de una serie de pérdidas que provoquen estrés, ansiedad e, incluso, cuadros de depresión. Exceptuando los casos de niveles altos de dependencia, el ingreso supone el fin de una larga lucha para continuar viviendo en el domicilio familiar y mantener el contacto con su entorno social. El hecho de perder esta lucha, puede hacer que la persona tome conciencia y se resigne a aceptar el deterioro de su capacidad física y cognitiva. Para minimizar estos efectos y conseguir la plena adaptación del usuario al centro, los diferentes profesionales, los familiares y el propio residente, iniciarán un proceso que puede durar semanas, en el que las tres partes tendrán que tener un papel activo.
Es importante señalar que no todos los residentes experimentan estas reacciones negativas. Hay casos en los que se puede apreciar una mejora desde los primeros días, como en el caso de las parejas en las que unos de los dos integrantes ya tiene un nivel medio o alto de dependencia, o de aquellas personas que vivían en situaciones de aislamiento y soledad. Para todos ellos, el hecho de recibir atención residencial especializada, supone una mejora muy importante e inmediata en su calidad de vida.
Hay dos motivos principales por los cuales una persona ingresa en una residencia. Por un lado, puede ser que la familia esté desbordada y que no pueda hacer frente a las necesidades que la persona tiene. El otro motivo principal tendría que ver con los sentimientos de soledad y de pérdida de control que sufre la persona, que toma conciencia de la disminución de su capacidad para realizar las actividades de la vida diaria y de la pérdida de autonomía que ha sufrido.
La adaptación al entorno del centro no se produce en un momento puntual, ni de un día por el otro. Hay acuerdo entre diferentes autores (Montorio, Hefferman, Gallego,…) a la hora de señalar una serie de factores que pueden ayudar o no a que una persona se adapte a los cambios que supone el ingreso a un centro residencial:
- El nivel de preparación para el ingreso.
- Que el ingreso sea voluntario.
- El grado de cambio, referido a las diferencias existentes entre el domicilio y el centro.
- El estado de salud y el grado de dependencia de la persona.
- El tipo de centro al que se ingresa y el grado de calidez y humanidad del personal.
- La organización, el funcionamiento y los servicios del centro.
El ingreso en una residencia: los efectos de la institucionalización
Delgado, Bender y Lloyd describen como el proceso de institucionalización se ve influido por tres factores, que harán que el residente se adapte más o menos rápido a su nuevo hogar.
La Familiaridad: La pérdida de familiaridad es una de las primeras cuestiones que tendrá que afrontar el nuevo residente. Se refiere a deshacerse de sus objetos, estar en contacto con gente desconocida, adquirir nuevas rutinas, costumbres y horarios. Este factor se agrava en aquellos casos que presentan deterioro cognitivo, puesto que las alteraciones de memoria y capacidad de aprendizaje que tienen, hacen que tengan más dificultades a la hora de familiarizarse con su nuevo entorno. Es importante fomentar el hecho que los residentes puedan traer las pertinencias que quieran y, con el objetivo de minimizar el efecto en las personas con déficits cognitivos, hacer diseño ambiental del entorno adecuado a sus circunstancias y necesidades. La participación en talleres que fomenten la orientación en el espacio y el tiempo también son útiles en estos casos.
La sensación de pérdida de libertad tiene que ver con el hecho de participar en actividades programadas que, habitualmente, tienen lugar en los mismos espacios, con no poder elegir lo que se come, la hora en que se van a dormir, tener que estar acompañado y hacer cosas con gente con la que no se tiene casi nada en común. Para minimizar el cambio en su estilo de vida, es bueno preguntar si hay comidas que le gustan especialmente, cuáles son sus hábitos de higiene, a qué hora se va a dormir,… e intentar adaptarse a estas costumbres. Además, averiguar cuáles son sus aficiones puede facilitar el hecho que las pueda continuar realizando e, incluso, diseñar y organizar actividades que le parezcan interesantes.
La creencia que se pierde intimidad: el hecho de convivir con personas desconocidas o que tienen conductas no apropiadas (gritar, decir palabrotas,…), compartir habitación con otro residente, o que los profesionales del centro puedan entrar a la habitación en cualquier momento fomentan esta creencia. A través de una atención individualizada se pueden trabajar estos sentimientos, consiguiendo una correcta adaptación al centro.
Aritz Arozarena
Equip de psicologia – Grup Atlàntida