La edad es un factor determinante en la aparición de diferentes trastornos del sueño. Lo dicen numerosos estudios, que señalan que a medida que las personas se hacen mayores aparecen o se agravan los problemas para dormir y, sobre todo, para descansar correctamente y tener un sueño reparador.
Los trastornos del sueño son muy comunes en la tercera edad y con frecuencia son el reflejo de algunos malos hábitos o de alguna enfermedad degenerativa. Esta alteración del tiempo y la calidad del descanso -quizás se está más tiempo en la cama, pero no se duerme lo suficiente ni bastante bien- puede tener un impacto determinante en las horas de vigilia, es decir, cuando se está despierto. Porque la recomendación de los especialistas sigue siendo la de conseguir 7-8 horas de descanso seguido y efectivo.
A medida que avanza la edad, por ejemplo, se hacen más numerosos los despertares nocturnos y duran más tiempo. Es habitual que lleguen a ser hasta 40 por noche y representen la pérdida de entre 1 y 2 horas de sueño, en vez de algunos minutos, como ocurre con los jóvenes. O sea que, con la edad, se altera la capacidad de dormir de manera continuada. Algunos estudios señalan que la eficiencia del sueño pasa del 95% durante la juventud al 70% a partir de los 70 años. Esto significa que queda afectado el llamado sueño profundo y provoca, en contraste, que durante el día cueste mantenerse despierto y se pueda asociar a episodios de desorientación o confusión o efectos sobre las enfermedades que puedan padecer.
Patologías más frecuentes
Los expertos han concluido que hay cuatro patologías que son las más frecuentes entre las personas mayores:
1-Apnea del sueño: produce una interrupción de la respiración. Y esto provoca un despertar o que se pase a un sueño menos profundo. Las personas afectadas por la apnea sufren una gran alteración de los ciclos de sueño, roncan mucho y normalmente tienen somnolencia de día. La apnea está asociada a incrementos de la tensión arterial y alteraciones cardiovasculares y neurovasculares.
2-Movimientos periódicos de las piernas (mioclonia nocturna): Son movimientos bruscos de las piernas de uno a cinco segundos de duración a intervalos de entre 20 y 40 segundos. Esto fragmenta el sueño y pueden llegar a producirse durante toda la noche. Como consecuencia, durante el día se está muy cansado y somnoliento. Se puede relacionar con la insuficiencia renal o la diabetes y con lesiones neurológicas como la enfermedad de Parkinson.
3-Síndrome de las piernas inquietas: Consiste en la aparición de sensación de inquietud y necesidad de moverse. Aparece con el reposo y sobre todo a última hora de la tarde o primera hora de la noche, aunque solo mejora con el movimiento. En una tercera parte de estos pacientes hay antecedentes familiares y puede aparecer de forma esporádica o ser tan grave que impide conciliar el sueño.
4-Síndrome del ocaso: Confusión, desorientación, deambulación nocturna… que puede ir acompañada de alucinaciones con comportamientos agresivos. La oscuridad puede desencadenar o agravar el problema, por eso a veces se recomienda instalar luces nocturnas, mantener los muebles familiares en la habitación y cumplir una rutina estricta. Suele afectar personas con distintos grados de demencia u otras enfermedades neurológicas, como el Alzheimer.
Algunos consejos preventivos
Lógicamente, cuando aparecen episodios como estos, lo primero que hay que hacer es acudir a un especialista, que valorará la gravedad de la situación y determinará si es necesario recetar fármacos o no. Pero en la vida cotidiana sí hay algunas pautas que pueden ayudar:
-evitar las comidas copiosas antes de acostarse
-no hacer varias siestas durante el día ni demasiado largas
-realizar actividad física. El cansancio aumenta la posibilidad de conciliar el sueño. Pero es recomendable no hacerla por la noche, antes de ir a dormir, porque puede provocar el efecto contrario.
-tomar bebida caliente antes de acostarse