España es uno de los países con la mayor esperanza de vida y con una tasa de envejecimiento que va creciendo de forma constante, debido también a la baja natalidad. Que la gente viva más años es, en principio, una buena noticia, pero en los últimos tiempos se ha detectado que crece un fenómeno que ya se ha vuelto preocupante: el de la soledad no deseada entre las personas mayores. Según este estudio de la Fundación “la Caixa”, el 64% de los mayores entrevistados experimentan en alguna medida sentimientos de soledad no deseada.
Hacer frente a esta situación -que puede agravarse con el paso de los años ya que se prevé que en 2030 una cuarta parte de los catalanes tendrá más de 65 años- requiere grandes dosis de imaginación para poner en marcha medidas innovadoras. Y es necesario hacerlo si se tiene en cuenta que, como ponen de manifiesto muchas investigaciones, la soledad no deseada tiene un impacto directo en la esperanza de vida de las personas mayores, ya que afecta a su salud mental y física y, por tanto, su calidad de vida.
Convivencia intergeneracional
En los últimos años, desde diversos ámbitos y entidades se promueven distintos modelos de convivencia para paliar los efectos de la soledad no deseada y también, por qué no, como medida para compartir gastos. Es el caso, por ejemplo, del cohousing, que consiste en disponer de una vivienda en propiedad y, en paralelo, gestionar en régimen de cooperativa las zonas y servicios comunes del edificio. Es una opción al alza, como explicábamos en este artículo.
También está en alza en los últimos años una opción aún más innovadora: las fórmulas que se basan en la convivencia entre las personas mayores y los jóvenes, sobre todo estudiantes. Es el caso de la experiencia Convive, centrada en Madrid y que busca personas mayores que quieran acoger en su casa a estudiantes universitarios sin contraprestación económica: los estudiantes sólo contribuyen a los gastos del hogar, pero, eso sí, deben respetar unas normas de convivencia firmadas por contrato. Son unas normas sencillas que buscan garantizar una mínima vida en común.
También existen otras iniciativas, como la de Kuvu, que gestiona convivencias en el País Vasco, en Madrid y Barcelona. En este caso, sí que existe una contraprestación económica por parte de la persona joven que se instala en casa de la persona mayor por un período de tiempo determinado. Se trata de un alquiler mensual que se procura que se sitúe por debajo de los precios del mercado, puesto que se prima la convivencia.
Residencias: una buena opción
Todos los estudios sobre las personas mayores señalan que la opción preferida para envejecer es el domicilio propio y, por eso, iniciativas como las mencionadas son una buena manera de contribuir a conseguirlo. Por otra parte, la contratación de servicios de atención domiciliaria (SAD) es otra solución que puede facilitar esta continuidad en el propio hogar: las fórmulas son múltiples, pero siempre están centradas en los requerimientos de cada persona.
Pero existen otras alternativas al domicilio, como pueden ser las residencias de mayores: garantizan espacios de intimidad y una buena cantidad de servicios para todas las necesidades que puedan surgir. Y todo esto, en compañía. Ésta es una de las cosas que más valoran, por ejemplo, los usuarios de las residencias de Grup Atlàntida: la posibilidad de socializar con otras personas y tener un equipo de profesionales que vela por su salud física y emocional.