La disfagia es la dificultad para tragar o deglutir los alimentos o bebidas; no es una enfermedad, sino un síntoma. El proceso secundario a la disfagia es el deterioro de la deglución, que se define como el funcionamiento anormal del mecanismo de deglución asociado con el déficit de la estructura o función, oral o faríngea. Es uno de los grandes síndromes geriátricos como consecuencia de su alta prevalencia que se sitúa entre un 7 y un 22% en el grupo de las personas mayores; en enfermos de Alzheimer aumenta hasta el 84%. Hay que señalar que a la vez es síntoma frecuente en pacientes con enfermedades neurodegenerativas, que puede tener consecuencias graves puesto que puede ser la causa de deshidratación, pérdida de peso, desnutrición, infecciones o neumonías.
Para realizar un buen diagnóstico, se empieza realizando una recogida de signos clínicos entre los que destacan: negación a comer ciertos alimentos, tos con la ingesta, necesidad de fragmentar el bolus, odinofagia, etc. Una vez detectados se confirma su presencia y gravedad mediante algún método diagnóstico instrumental y/o clínico. Los más utilizados son los clínicos, entre los que destaca el Método de Exploración Clínica Volumen-Viscosidad (MECV-V), que permite establecer el diagnóstico y, a la vez, orientar la adaptación de la dieta necesaria. Valora la presencia de los signos de riesgo para tres viscosidades diferentes (líquido, néctar y pudding) y a tres volúmenes diferentes (bajo, medio y alto), con el objetivo de detectar signos de riesgo y la eficacia de la deglución.
En los casos de disfagia es conveniente adaptar la alimentación y modificar las texturas de los alimentos y/o los líquidos. Cuando se altera la capacidad de deglución, la adecuación de la dieta es todo un reto puesto que en la actualidad, hay un gran desconocimiento de los tipos la alimentación por estos pacientes y de las medidas básicas de adaptación según la evolución de la enfermedad; siendo necesario el abordaje desde el equipo multidisciplinario. En los últimos años, con el fin de mejorar la intervención nutricional y realizar un correcto seguimiento, evolucionando en todas las fases por las que puede transcurrir el problema de deglución de cada individuo, se ha desarrollado todo un campo de texturas en las dietas.
Las medidas dietéticas desarrollan un papel primordial y tienen que ser individualizadas a cada caso y adaptadas en el momento de evolución de la enfermedad. Se tiene que tener en cuenta la posibilidad de deglutir de la persona según sea la disfagia a líquidos, sólidos, mixta o dobles texturas. Además la adaptación de la textura de los líquidos (néctar, miel o pudding), es otro de los pilares fundamentales de la dieta puesto que la dificultad para la ingesta de líquidos encabeza las alteraciones por la deglución.
En cuanto a la utilización de espesantess, para adaptar la textura de los líquidos, hay que tener en cuenta que precisan de cierto tiempo para adaptarse al líquido; con el paso del tiempo, aumenta la viscosidad, estableciendo una relación entre viscosidad y tiempo. Desgraciadamente, la mayoría rechazan el agua con espesante, puesto que además de modificar la textura, modifica el gusto y se pierde la sensación de ver agua.
Desde enfermería, se dan una serie de recomendaciones generales a la hora de dar alimentos:
- Comer sentado con el cuerpo y la cabeza rectas (en ángulo de 90º) y los brazos apoyados; evitar que el paciente esté lateralizado. Se tiene que procurar una postura cómoda, evitar que la persona gire la cabeza y antes de tragar, inclinar ligeramente la cabeza, ninguno adelante (baja la barbilla al pecho).
- Colocarse en el mismo nivel para evitar que la persona levante la cabeza.
- Las comidas se tienen que realizar en un ambiente tranquilo, sin distracciones y sin prisas.
- Evitar hablar o reír mientras se come.
- Dejar tiempo para masticar y tragar, vigilando que no quede alimento en la boca entre cucharada y cucharada.
- Evitar encamar a la persona inmediatamente después de las comidas.
- Limpiar bien la boca después de cada comida para asegurar que no quedan restos de comida; una mala higiene oral, combinada con la disfagia, puede favorecer una neumonía por aspiración.
- No se tiene que alimentar en ningún caso por vía oral con jeringuillas puesto que puede provocar aspiraciones; hay que señalar también, que se pierden los efectos beneficiosos de utilizar la cuchara, puesto que la presión que se ejerce sobre la lengua sirve de estímulo para la deglución.
- Evitar alimentos de riesgo: grumosos, espinas, alimentos de consistencia mixta (combinado de líquido y sólido).
Como conclusión, remarcar que los tratamientos que han mostrado mayor eficacia son basados en el aumento de la viscosidad; actualmente hay varios espesantes disponibles en el mercado que han facilitado esta tarea. La prevalencia de aspiraciones con líquidos se encuentra por encima del 20% en los pacientes neurológicos y se reduce significativamente hasta el 10,5 % mediante la textura néctar y hasta el 5,3% en pudding.
Respecteo a la modificación de la textura de la dieta, es relevante individualizarla en función del paciente y del momento evolutivo de la enfermedad; se tiene que realizar de manera gradual, puesto que hay evidencia de que la utilización de las dietas modificadas sin individualizar, puede tener como consecuencias una disminución de la ingesta calórica y proteica, así como otras alteraciones nutricionales. Se ha demostrado que el uso de la modificación de la textura de las dietas de manera individualizada, es la mejor opción terapéutica, puesto que el uso sistemático de suplementos nutricionales orales convencionales no aportan beneficio.
Elena-Xuan López
Enfermera – Mas Piteu
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