Por Yolanda Castañeda, auxiliar de enfermería en Mas Piteu
Cuando pienso en lo vivido en el último mes, vienen a mi mente una cantidad de escenas que me remueven el alma, tanto por la intensidad de los recuerdos de los que se marcharon, como por la admiración que despiertan en mi todos y cada uno del protagonista de esta situación.
Nuestros mayores, sin saberlo, libraban una batalla cada día por no dejarse vencer y nosotros por brindarles lo que necesitaban. Pero no como todos los días lo hacemos, que es con cariño y dedicación, esta vez lo hacíamos con la desesperación de saber que en nuestras manos estaba darles un acompañamiento diferente. Esto iba más allá de los cuidados, era un apoyo emocional que nos desbordaba y sin proponérnoslo nacía de lo más profundo de cada uno de nosotros.
Tuvimos momentos en los cuáles la incertidumbre del día siguiente era borrada por el cansancio que acusaban nuestros cuerpos cuando marchábamos a casa. Algunos días terminaban con lágrimas. En ese momento pensábamos que podríamos haber echo más, pero hoy mirando en retrospectiva sabemos que dábamos todo cada día y que el compañerismo fue nuestra fortaleza y el mejor instrumento para salir adelante.
No hay nada que pueda describir el sentimiento que nos embarga, es imprescindible que las familias de los que marcharon y de los que aún nos acompañan sepan que no estuvieron solos, un trozo de ellos quedó grabado en nuestras almas.
No sabemos todavía que nos espera con respecto a esta pandemia, por eso como grupo debemos mirar al futuro de una manera analítica, lúcida y coherente, con la responsabilidad que tenemos en las manos, sabiendo que el mejor homenaje que podemos hacer es seguir trabajando.
Por ellos, por nosotros, aquí seguiremos!!!